lunes, 2 de septiembre de 2013

Apoptosis

La primera vez que oí la palabra apoptosis no sabía si estaban hablando de un faraón poco conocido o de un armador griego.

Aquella tarde me desperté frente al televisor, no podía precisar si había estado soñando o se trataba de algún documental de esos que ayudan suavemente a conciliar el sueño.

Se trataba de una escena que me recordaba aquella serie llamada Érase una vez el cuerpo. En la escena había un grupo de células grises, amenazadoras, prepotentes, que habían conseguido extenderse y atemorizar a toda una multitud de células sonrosadas que se esforzaban por realizar cada una su tarea.
Aquellas células grises habían conseguido apropiarse de la mayoría de los canales por los que las células rosadas recibían su alimento y los materiales que necesitaban para su tarea. Además, se las arreglaron para interceptar los canales de información que mantenía coordinada toda aquella multitud de células rosadas. Normalmente, sin dejar su tarea, sin moverse de su pequeño espacio, todas ellas estaban perfectamente y continuamente informadas de todo cuanto sucedía en el rincón más alejado de aquel organismo que, entre todas, mantenían en funcionamiento: vivo. Con los canales de información intervenidos, las células rosadas habían visto muy mermadas sus posibilidades de contribuir al buen funcionamiento y vitalidad de su anfitrión. De hecho, la situación que se había adueñado de su entorno las mantenía en un estado de letargo, en el que apenas podían funcionar y, mucho menos, comunicarse entre ellas.

Unas pocas células rosadas que consiguieron despertar del letargo, se las arreglaron para restablecer algunos canales de información y, con la poca energía que pudieron obtener, comenzaron a localizar otras células, aquí y allá, que también se estaban esforzando por recuperar sus condiciones de funcionamiento y entender y corregir la desagradable perturbación que les había estado invadiendo desde hacía algún tiempo.

Pronto, las células rosadas que habían despertado fueron estableciendo una red fuera del alcance de las células grises que todo lo invadían y anulaban. Parecía que el único propósito de las células grises consistía en apropiarse de todo, invadirlo todo, extenderse hasta dominar todos los tejidos y órganos de aquel organismo que les estaba sirviendo de anfitrión. Sin embargo, necesitaban conservar un cierto número de células rosadas porque sólo ellas producían algunas sustancias que las células grises necesitaban para vivir.

Las células rosadas que habían despertado, al principio intentaron despertar a todas las que tenían a su alrededor, pero pronto se dieron cuenta que era un proyecto inviable: algunas de sus vecinas estaban tan intoxicadas que apenas podían mantenerse vivas; no les quedaba energía ni para comunicarse con la que tenían al lado. Así pues, llegaron a la conclusión de que se iban a poner a trabajar contando solamente con aquellas que habían conseguido despertar por sus propios medios. Su número había ido creciendo, pero tan despacio que no permitía alimentar la esperanza de alcanzar un número importante.

Cada día, las células rosadas despiertas se mantenían en comunicación durante algún tiempo, entrando en una especie de meditación colectiva espontánea. Habían llegado a experimentar una curiosa sensación: participaban de una especie de pensamiento compartido. Cuanto más practicaban más palpable era la sensación de estar teniendo los mismos pensamientos, las mismas ideas y las mismas imágenes en aquella meditación grupal. Era curioso, porque al principio los pensamientos múltiples se superponían y formaban enormes cascadas y torbellinos de variados colores, pero un día ocurrió que, de repente, se formó un enorme lago de aguas cristalinas, calmadas como la superficie de un espejo. Se hizo un silencio sobrecogedor, sagrado, y todas ellas supieron y entendieron que habían conseguido escuchar todas a la vez.
Aprendieron a emitir un solo pensamiento que recorría la superficie de aquel lago como una onda producida por una sola gota de lluvia. Aquel evento dió lugar a un auténtico salto evolutivo: las células rosadas despiertas descubrieron que, desde su variedad, también podían comportarse como si fueran una sola. Habían pasado muchos días de cansancio, de desánimo, pero finalmente podían recuperar la esperanza.

Un día, cuando la superficie del lago se calmó, surgió un pensamiento-onda que recorrió toda la superficie y volvió al origen: súbitamente, las células rosadas comenzaron a cantar una nota, a emitir una vibración que resonó y produjo un enorme silencio a su alrededor. A medida que se extendía aquella nota, más y más células rosadas se unían a ella y, pronto, todo el organismo se estremeció con aquella vibración. Entonces, se empezó a extender un mensaje: un grupo de células grises, de considerable tamaño, se habían empezado a desintegrar sin motivo aparente. Como consecuencia, se produjo un enorme espacio vacío que, rápidamente, las laboriosas células rosadas ocuparon dedicándose a eliminar y reutilizar los materiales que las células grises habían dejado atrás. El revuelo fué monumental, la superficie del lago tardó bastante en volver a quedar lisa como un espejo. Algo trascendental había ocurrido.

En aquel momento, en el televisor, estaban dando la noticia de un equipo de investigadores que, a pesar de los recortes, había descubierto un procedimiento para estimular células sanas. Dichas células producían una sustancia en cuya presencia, las células de un tumor cerebral; uno de los más agresivos y devastadores, se suicidaban ordenadamente, súbitamente. El término científico que usaron fué: apoptosis.

A continuación, en las noticias, comentaron que el conjunto de los bancos habían tenido unos beneficios globales de más de 3.000 millones de euros, mientras que el país se hundía en la mayor depresión de la que se había tenido noticia en toda la historia.

En mi mente, aún somnoliento, se instaló una idea, una imagen: ¿y si los seres humanos también pudiéramos producir una sustancia, o cántico, o vibración, o lo que sea..., que haga que las "células cancerosas" que han invadido nuestra sociedad, vayan desapareciendo ordenadamente, súbitamente?...

Y sin perder un segundo, me fuí al diccionario a buscar la palabra... apoptosis ...