viernes, 11 de noviembre de 2016

La pesadilla


LA PESADILLA

El 9 de noviembre de 2016 que se escribe en Europa como el inolvidable 11 de septiembre (9/11), muchos se han llevado las manos a la cabeza al enterarse de que Donald Trump había ganado las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Algunos pensarán, no sin razón que esto parece un mal sueño: una pesadilla.

Estoy de acuerdo, estos últimos años hemos estado viviendo una verdadera pesadilla. En realidad, también en España, nuestra pesadilla ya dura demasiado tiempo. Por no remontarnos demasiado atrás, podemos fijarnos en el principio de este siglo XXI.

El año 2000 comenzamos con una amenaza fraudulenta: el Efecto 2000, según el cual nos anunciaron que todos los aparatos electrónicos quedarían inservibles por efecto del manejo interno de las fechas (el año 00 causaría todo tipo de problemas y averías). Fraudulenta porque luego se descubriría que tal riesgo era inexistente o insignificante, pero hizo posible que las grandes empresas consultoras internacionales facturasen cientos o miles de millones de dólares para asesorar a los bancos y grandes corporaciones en la actualización de sus sistemas informáticos al manejo de fechas utilizando cuatro dígitos para el año.

En Europa, el Euro comenzó a existir, aunque no tomaría cuerpo material hasta enero de 2002. Fueron dos intensos años en los que tuvimos que asimilar y adaptarnos mental y electrónicamente al cambio de nuestra moneda tradicional. Todos los países miembros de la Comunidad Europea tuvieron que pasar por el mismo proceso. Después de tomar las uvas y brindar por el Año Nuevo, el 1 de enero fuimos a los bancos a ponernos algunos euros en el bolsillo y … oh, sorpresa, … descubrimos que los bancos no tenían apenas monedas y que en muchos casos había que pedirlas con anticipación. ¿Pero, oiga usted, los bancos no se dedican a eso…, a distribuir monedas y billetes y a realizar transacciones para facilitar el funcionamiento de la socidad?

Faltaban aún algunos años para que descubriéramos la dura y desagradable realidad: la verdadera función de los bancos y del sistema financiero en general. De momento, empezamos a descubrir que los precios en euros, habían aumentado enormemente al tiempo que disminuían su expresión numérica. Por ejemplo, en España se aplicó un cambio de 166,386 pesetas por cada euro pero, en realidad, artículos que costaban 100 pesetas el 31 de diciembre de 2001, amanecieron con su precio elevado milagrosamente a 1 euro en lugar de 60 céntimos de euro que es lo que dictaba la aritmética. Pero como eran años en los que “España iba bien” hicimos de tripas corazón y apretamos el paso para seguir avanzando. Los bazares de “Todo a 100” que se habían hecho tan populares, cambiaron sus rótulos por otros que decían “Todo a 1 euro”, y todos seguimos tan campantes.

De momento todo iba bien, los bancos empezaron a distribuir monedas y billetes con más fluidez y, lo más importante, empezaron a repartir créditos con absoluta generosidad, sin reparar en riesgos. El resultado fué que todos empezamos a creer que las cosas iban bien y aceptamos aquel tsunami crediticio con alegría y entusiasmo: cambiamos de coche, de casa, de muebles, de lugar donde ir de vacaciones… y nos llegamos a creer de verdad que las cosas iban bien y que, por fín, íbamos a recuperar la ventaja que nos habían tomado siempre el resto de los países europeos.

Durante unos años, en España se construyeron más viviendas y se realizó más obra civil que en todos los demás países de la Unión Europea juntos, pero a nadie le pareció mal. España no era ya la locomotora de Europa, sino un verdadero cohete capaz de llevarnos a todos a la estratosfera del bienestar y la prosperidad. De repente, en el 2005, empezaron a verse algunos signos extraños que no encajaban con las cifras ni con la sensación de bienestar económico que se habían instalado entre nosotros. Las grandes empresas empezaron a frenar sus inversiones y a despedir a una buena cantidad de sus empleados. Pero fué oficalmente en el 2008 cuando se destapó el proceso denominado “crisis económica”. 

Algunos bancos, uno o dos, cerraron. Habían inundado al resto de los bancos con derivados financieros que eran auténtica basura, fraudulentos y claramente delictivos. Como resultado, los bancos empezaron a restringir sus, hasta entonces, generosos créditos: ya no se fiaban unos de otros. La sociedad empezó a ver frenada su actividad y sus expectativas. De repente, los inmigrantes que habían servido para frenar los salarios y para hacer posibles todos los proyectos de construcción que se acometieron, empezaron a sobrar. Surgieron voces que reclamaban que volvieran a sus países de origen, que nos estaban quitando el trabajo y suponían una carga.

Y empezó el festival de la Deuda Pública. El Estado dejó de recaudar impuestos y tasas ligadas a los asalariados que habían sido despedidos, y a pagar los correspondientes subsidios que pronto se apresuraron en disminuir o eliminar sin la más mínima consideración por las vidas que se estaban colapsando. Aumentó enormemente la tasa de suicidios, pero se resolvió evitando hablar de ello en las tertulias y noticias. Las empresas dejaron de tener beneficios y, por tanto, dejaron también de pagar impuestos. Luego nos hemos enterado que las empresas y grandes fortunas nunca habían pagado impuestos realmente. Incluso, hay algunas de estas grandes empresas que reciben obscenas cantidades de dinero en concepto de devoluciones y desgravaciones de impuestos. El caso es que el Estado empezó a ver cómo desaparecía su disponibilidad de dinero para los gastos corrientes y, por supuesto, para sus inversiones e infraestructuras.

Y, entonces se representó ante nosotros, impávidos e inmóviles, una esperpéntica farsa más: el Banco Central Europeo, responsable del euro y de la economía de los países de la Unión Europea, comenzó a prestar dinero sin intereses a los bancos españoles; los bancos españoles, entre otros operadores oportunistas, compraban Deuda Pública al 6, 7 y hasta el 10% de interés. Así, el Estado Español pudo acceder a unos créditos para atender a sus gastos. Pero, hete aquí, que la mayor parte de ese dinero fué a parar a los propios bancos que necesitaban ser rescatados.

¿Rescatados de qué? ¿De sus propias estrategias para inundar primero la sociedad de dinero circulante que estimuló la actividad económica, de sus manipulaciones del Euribor para esquilmar a la población a través de las hipotecas más caras del mundo, de sus enormes reservas de propiedades embargadas gracias a unas leyes hechas a su medida y a un sistema judicial sin escrúpulos?
Paralelamente, se desarrolló una campaña para culpabilizar a la población de la llamada crisis económica: habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades.

Los distintos gobiernos de aquellos años, empezaron a descubrir sus cartas: no estaban al servicio del pueblo, ni de la Constitución, ni de la Justicia. Claramente estaban al servicio de fuerzas y poderes totalmente ajenos a la Democracia y claramente interesados en la orquestación y los inmensos beneficios derivados de la mayor estafa de la historia conocida sobre la población, disfrazada de crisis económica. 

A tenor de algunos juicios abiertos para tratar los casos de corrupción y saqueo más flagrantes, nos enteramos de la ecuación maldita que amenazaba convertirnos a todos en esclavos e indigentes: los políticos (sálvense las honrosas excepciones) se habían estado vendiendo a los poderes ocultos (económicos e industriales), sus leyes habían tejido una maraña de privilegios e impunidades para favorecer a las entidades tras dichos poderes, dichas entidades obtenían beneficios sin fín y la capacidad de abusar de los ciudadanos a través de tarifas y tratos insultantemente abusivos. A cambio, esas entidades colmaban las ambiciones y la codicia de los políticos y sus familiares con dinero y bienes que aún no han sido inventariados totalmente, y es dudoso que lleguen a serlo algún día. Y, por si fuera poco, algunos de esos políticos eran premiados con cargos muy bien remunerados en las empresas que habían favorecido durante sus mandatos (puerta giratoria).

Mientras, las familias que habían encontrado refugio en la pensión de los abuelos, tuvieron que observar, impávidos e inmóviles, cómo dichas pensiones eran masacradas y cómo desaparecían los ahorros de toda una vida de muchos de ellos en lo que constituyó “el caso de las preferentes”.

Se descubrieron escandalosos casos de corrupción. Verdaderas tramas magistralmente tejidas para extraer todo el dinero posible de la sociedad y ponerlo a buen recaudo en otros países, paraísos fiscales o no. Hasta la familia real fué involucrada en alguno de los más sonoros casos de corrupción. También nos enteramos de que, algunas de esas entidades que estaban siendo rescatadas con cargo a los Presupuestos del Estado habían tejido una magnífica red de tarjetas “black”, contratos blindados, pensiones dignas de un premio de la Primitiva y cuidadosamente orquestados plazos de silencio para garantizar la impunidad de los actores por causa de la prescripción de los delitos.

En definitiva, una verdadera pesadilla. Una serie de acontecimientos que, vistos en conjunto y en perspectiva de unos pocos años, resultan totalmente absurdos. Los acontecimientos, las declaraciones y la actuación de nuestros “representantes” públicos no resisten la aplicación de la inteligencia más elemental. No olvidemos que, además, los medios de comunicación habían estado colaborando activamente en la distracción de la población, la ocultación y la tergiversación de toda la información que había ido apareciendo al respecto. Conviene citar que los medios de comunicación habían ido siendo adquiridos por los mismos poderes ajenos a la democracia que habían manipulado a los políticos y a las instituciones que todos pensábamos que realizaban su papel para garantizar el bienestar, la justicia y el progreso de la sociedad.

Lo más difícil de entender es que la población haya permanecido tan imóvil y tan ajena a las diferentes y variadas agresiones de que hemos sido objeto en todos esos años. ¿Cómo es que, salvo alguna escasísima excepción, nadie ha sido capaz de hacer un análisis crítico e inteligente de la sarta de estupideces que se han publicado para tratar de justificar los ataques de que estábamos siendo objeto? No perdamos de vista que, en diez o quince años, se han perdido prácticamente todos los avances socio-económicos que se habían conseguido desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

La única explicación congruente es que la población estaba dormida, bajo los efectos de una potente y bien elaborada droga psicotrópica que nos impedía desarrollar normalmente nuestras facultades físicas, mentales y sociales. Dicha droga no ha sido necesariamente y exclusivamente de naturaleza química, aunque también las ha habido. Se ha manipulado a la población a través de: educación, medios de comunicación, escasez salarial crónica, contaminación de los alimentos, el aire y el agua, etc.

Por tanto, la única conclusión que permite (a mi entender) hacer una interpretación congruente de nuestra reciente historia es que lo que hemos vivido no pertenece al concepto de “realidad”, sino que está en la categoría de “sueño”; más bien en la de “pesadilla”, y su tratamiento no consiste en manifestarse, ni en emprender acciones judiciales, ni en denunciar, ni siquiera en crear tribunales del pueblo y volver a sacar a la calle las guillotinas. El tratamiento indicado para acabar con una pesadilla es simple, barato y directo: despertar. Toda pesadilla termina cuando uno despierta.
Y como se trata de una pesadilla colectiva, hay que tratar de despertar suavemente a los que viven esa pesadilla a nuestro alrededor, o bien retomar nuestra actividad “real” y esperar pacientemente a que cada uno despierte en su momento. Algunos están tan sumergidos en la “pesadilla” que se resistirán a despertar. Y no contemos con aquellos a quienes han estado obteniendo enormes beneficios de la “pesadilla”: esos no van a querer despertar jamás.

Así pues, propongo que, desde ahora, cada día a las 9 de la noche, cuando ya hemos vuelto a casa, antes de caer en trance ante la televisión, nos asomemos a la ventana o salgamos a la calle y hagamos sonar durante un minuto la alarma de algún despertador o teléfono móvil. No importa si es eléctrico, electrónico o mecánico, si hace sonar una campanilla o el canto de un gallo.
Lo importante es el ejercicio simbólico colectivo de hacer sonar el despertador. La mente colectiva recibirá la señal, todos tenemos asociado el sonido del despertador al acto de despertarnos. De esa manera, la pesadilla dejará de existir porque nadie la mantendrá en sus sueños. Es más, todo el mundo irá despertando y enterándose de que aquello que le estaba haciendo sufrir no había sido más que una pesadilla y lo importante no es ni tan siquiera entender la pesadilla, sino disfrutar de estar despierto y de volver a vivir realmente.



Carta a los privilegiados de la Tierra


CARTA A LOS PRIVILEGIADOS DE LA TIERRA

Vosotros, los privilegiados del mundo, la élite dirigente, los gestores de las mayores empresas del planeta y de las vidas de millones de seres, tenéis motivos para estar muy, pero muy, asustados.

Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, os habéis estado beneficiando de unos años en que los ciudadanos del mundo hemos apostado por la paz y por la democracia. A cambio, los poderes oscuros que actúan en este planeta han trazado unos planes dirigidos a y por la destrucción. Han decidido apostar por la mentira y la manipulación en lugar de por la justicia y la equidad; por la esclavitud de la mayoría en lugar de respetar la libertad y la dignidad de los seres humanos.

Sólo cabe una explicación: esos poderes oscuros no pertenecen a la especie humana, y no tienen ningún futuro excepto su propia extinción. Quizá, por eso, sus expectativas son tan negras que han decidido destruir lo máximo que puedan antes de su propia desaparición.

Pero vosotros, los privilegiados del mundo, se supone que sois inteligentes, se supone que conocéis las leyes del éxito, las leyes de causa-efecto y la ley universal de la consecuencia: todo hecho, incluso todo pensamiento, tiene consecuencias.

Vosotros, los privilegiados, habéis estudiado, conocéis los hechos más importantes de la Historia de la Humanidad, sabéis que todo sucede en ciclos y sabéis también que siempre se obtiene algo a cambio de algo. Todo es energía y la energía no se crea ni se destruye, se transforma implacablemente e incesantemente.

Vosotros, los privilegiados, habéis recibido enormes beneficios a costa de la dignidad, de la libertad, de la vida y del futuro de millones de personas.

Vosotros, los privilegiados, habéis estado ejecutando las órdenes y los planes de esos poderes oscuros a cambio de enormes beneficios económicos y materiales.

Vosotros, los privilegiados, habéis colaborado activamente, incluso con entusiasmo, en el empobrecimiento, la idiotización y la esclavitud de ingentes masas de la población mundial.

Vosotros, los privilegiados, sois inteligentes, ¿y de verdad pensáis que no tendréis que pagar el precio de tanta mentira, miseria, ignorancia, dolor y muerte que habéis causado?
No tratéis de responder con el corazón; muchos lo habéis perdido. Tratad de contestar con vuestra mente, supuestamente cultivada, supuestamente entrenada para valorar riesgos y tomar decisiones.

Vosotros, los privilegiados, habéis colaborado en idiotizar a la población: un ignorante es más fácil de manipular, sin daros cuenta que quizá vosotros estáis siendo los más manipulados. ¿De verdad pensáis que vais a formar parte de ese futuro que la élite oscura está elaborando con vuestra ayuda?

Esa élite oscura, sin sentimientos, sin ética, sin principios, que no pertenece a la especie humana y que no tiene futuro, ¿qué pensáis que van a hacer con vosotros cuando no seáis necesarios? ¿de verdad pensáis que el dinero que os han permitido acumular os va a garantizar algo en ese momento?

Vosotros, los privilegiados, habéis estudiado los hechos y circunstancias previas a la Revolución Francesa. ¿De verdad pensáis que la población está bajo control y por eso no se han cobrado tanto sufrimiento con vuestras vidas y la de vuestras familias?

Y aunque en este caso no sea el pueblo alzado en armas, ¿de verdad pensáis que el Universo y la Historia no va a encontrar el medio de equilibrar la balanza y de pasaros la factura de todo el dolor que habéis causado? ¿de verdad pensáis que podréis comprar una plaza en un bunker o en una hipotética nave de evacuación?, ¿y luego qué?

Vosotros, los privilegiados, aún podéis decidir si vais a ser parte del problema o de la solución.

Vosotros, los privilegiados, posiblemente estéis agotando vuestra reserva de privilegios. Cada vez hay más razones para pensar que no queda mucho tiempo.

El resto de la población ya estamos trabajando en nuestro propio futuro, en nuestra propia evolución, en general no estamos muy interesados en nuestro derecho a la venganza.

Vosotros, los privilegiados del mundo, tratad de contestar a esta pregunta, que ya se planteó Niemoller:

Cuando no quede nadie, y vayan a por vosotros, ¿quién va a salir en vuestra ayuda?